Hablamos con el compositor y director Josep Planells Schiaffino, ganador del XLII Premio Reina Sofía de Composición Musical por su obra 'Metalepsis'. En esta conversación, reflexiona sobre el significado de este reconocimiento, el proceso creativo detrás de la pieza y el papel del compositor contemporáneo en un mundo que necesita, más que nunca, espacios para la escucha y la imaginación.
Metalepsis ha sido galardonada con el XLII Premio Reina Sofía de Composición Musical. ¿Qué significado tiene para ti este reconocimiento?
Es una gran alegría, sobre todo porque reconoce un trabajo de mucho tiempo, casi siempre silencioso y solitario. La composición exige paciencia, esfuerzo y dedicación constante, muchas veces sin saber si lo que uno está construyendo encontrará alguna resonancia fuera del estudio. Por eso este galardón lo siento también como un reconocimiento a ese camino de fondo, y como un impulso para seguir explorando.
¿Cómo describirías Metalepsis a alguien que no está familiarizado con la música contemporánea? ¿Qué sensaciones o ideas esperas que transmita a quien la escuche?
Concibo cada nueva obra como una aventura, y aspiro a que esa experiencia también resuene en el oyente. En Metalepsis, la dramaturgia se articula a través de contrastes, interrupciones y silencios que abren paso a paisajes sonoros imprevistos, donde cada elemento conversa con el siguiente, creando un flujo continuo de descubrimientos. Espero que quien la escuche se acerque a ella con curiosidad, que se deje sorprender por lo inesperado y que, en el camino de la experiencia auditiva, pueda encontrar también momentos de calma y, ojalá, belleza.
¿Podrías compartir el proceso creativo detrás de Metalepsis? ¿Hay ideas estéticas o narrativas que guíen su arquitectura sonora?
El punto de partida fue el concepto retórico de metalepsis, entendido como un entrelazamiento de planos narrativos. Me interesaba explorar cómo llevar esa figura al terreno musical: qué ocurre cuando distintos hilos de una trama se cruzan, se interrumpen o se infiltran unas en otras. El proceso creativo consistió en dar forma a materiales capaces de entrelazarse de maneras inesperadas, generando un tejido sonoro que no avanza en línea recta, sino que se despliega a través de cruces y desvíos. Todo ello sin perder una unidad dramatúrgica que mantiene cohesionada la pieza en su recorrido.
Como compositor y director cuya obra ha recorrido diversas orquestas e instituciones internacionales, ¿cómo ves el papel del compositor emergente hoy?
Quien comienza hoy como creador se enfrenta a un contexto difícil: es complicado encontrar espacios para mostrar su trabajo y que este tenga continuidad. El recorrido de un autor o autora en sus primeros pasos suele estar marcado por la incertidumbre, pero justamente ahí reside también su oportunidad. Creo que su papel consiste en ser valiente, explorar su propia voz y comprometerse con lo que quiere comunicar, incluso cuando no haya respuestas inmediatas. La constancia y la honestidad en ese proceso son fundamentales: son ellas las que permiten que la música tenga un sentido y pueda, con el tiempo, encontrar intérpretes y públicos que la reciban de manera genuina.
¿Por qué es importante que exista un premio como el Reina Sofía de Composición Musical?
Porque la música contemporánea suele tener poca visibilidad, y este tipo de distinciones, además de su importante dotación económica, ayudan a situarla en un lugar central. También ponen de relieve la obra misma, al permitir que se interprete en distintos auditorios y ofrecer la oportunidad de que llegue a más oyentes. Asimismo, constituyen un respaldo esencial para la creación actual, que requiere apoyo institucional para seguir desarrollándose en nuestro país.
La música no es solo arte, sino también una herramienta poderosa para crear conciencia social y promover valores como la justicia y la sostenibilidad. Desde tu experiencia como compositor, ¿cómo ves el papel de la música para impulsar cambios positivos en la sociedad y afrontar los grandes retos actuales?
La música no puede resolver directamente los problemas, pero sí puede ayudarnos a mirarlos de otra manera. Tiene la capacidad de reunirnos, de despertar empatía y de recordarnos que compartimos un mismo espacio y un mismo tiempo. En un mundo acelerado y fragmentado, puede abrir un respiro: un lugar para la atención, para el silencio y para la imaginación de futuros distintos. Es en ese espacio donde reside su poder transformador.